El notable guardavalla, que una noche le atajó dos penales a Maradona y fue ídolo en tierra cafetera; el técnico impensado
..Si usted busca una foto de la época en que Falcioni atajaba y la compara con una actual se sorprendería. No parecen la misma persona. En la transformación operaron cuatro décadas de fútbol y de vivencias varias. Una historia que empezó en su entrañable barrio de Versailles, que atravesó ocho años en Colombia y que continuó entre nosotros, ahora entre el ámbito familiar de Villa del Parque y el laboral de Floresta. Una vida unido a Ada, su mujer desde hace más de tres décadas, y a sus dos hijas, Natalia, de 31, y Laila, de 29. Hace seis meses, Laila le dio la satisfacción y la felicidad del primer nieto, Valentino. Criatura que tal vez, sin saberlo, un día logre la utopía de que el abuelo deje de fumar. «Sí, fumo mucho. Desde los 14 años. Es algo que tengo que dejar, pero nunca me propuse hacer nada. Ahora que tengo a mi nieto lo estoy pensando. No es ninguna virtud. En mi casa no fumaba nadie. A los 16 o 17 fumé delante de mi viejo… De ahí en más no le pedí permiso a nadie. Respetaba las reglas cuando fumaba, no hacerlo en determinados lugares. ¿La prohibición en la cancha? Me la aguanto, trato de respetarlo», se sincera Falcioni.
Un tipo de gustos simples. «Me gusta pasear. Pero hace falta tiempo y… De chico siempre pensé que sería jugador. Lo soñé y lo viví. Fui profesional casi 18 años. Pero no pensé ser técnico. Sin embargo hice el curso, me encontré con amigos que me ayudaron en los comienzos, como Tardivo, Pascuttini, Daniele, que me ayudaron y me dieron lugar. Y empecé a remar desde abajo. Y acá estamos.»
De aquella vida en Colombia le quedaron marcas fuertes. Su carrera como DT parece haber bloqueado la de un fantástico arquero. Uno que una noche de verano le atajó dos penales a Maradona. «Ja… Sí, uno en el primer tiempo y uno en el segundo. Un día nos vimos y él me lo recordó. « Yo no me voy a olvidar, pero vos no sé’, le contesté»» . En ese oficio, también, fue un ídolo en América de Cali. «Aprecio mucho al país porque me abrió las puertas. Viví diez años allí, crié a mis hijas. Estoy muy agradecido, especialmente a la gente del Cali. Fue una etapa muy buena en lo humano y lo profesional. Casi todo ese tiempo me dirigió Gabriel Ochoa Uribe, que fue también arquero. Fuimos cinco veces campeones y tres veces subcampeones de América».
-Tres finales consecutivas, y la última (1987), de manera increíble en el tercer partido, con Peñarol, en Chile… Duro, ¿no?
-Nos quedamos en la puerta, pero en esa época fuimos, sin duda, el mejor equipo de América. Fuimos pentacampeones, cosa que no pasó ni antes ni después ni creo que vuelva a pasar jamás. Al otro año cambiaron las reglas y no era necesario jugar tercer partido. Con esas reglas habríamos sido campeones.
-Uno imagina que jugar y vivir en Colombia, en esa época, no era cosa fácil con el narcotráfico cerca. ¿Los afectaba?
-Eran leyendas. Vivíamos muy bien…
-¿Pero no era peligroso?
-Si hubiese sido peligroso no me habría quedado diez años con mi familia. Teníamos el respeto de la gente, vivíamos muy bien.
De Colombia, Falcioni se volvió en 1990, para atajar en Gimnasia, pero con una ambición: jugar el Mundial de Italia. Bilardo ya lo había convocado para un amistoso. Pero el sueño quedó trunco. «Estuve cerca de ir al Mundial, pero me desafectaron poco antes. Había hecho una buena carrera como arquero y creo que tenía los méritos como para ir, pero el técnico decidió lo contrario.»
Fuente: La Nación