A sus 43 años, el arquero paisa del Once Caldas sigue destacándose en los terrenos cada vez que puede jugar.
Desde el momento de su nacimiento, Juan Carlos Henao ha tenido que luchar en la vida. Creció en Manrique, un barrio popular de Medellín que en los años 80, sobre todo, sufrió por la violencia y donde estaban todos los vicios a la mano. Fueron las ganas de ser alguien en la vida y el fútbol los que lo impulsaron. Salir de ahí fue el primer logro importante de su vida. Muchos de sus amigos de infancia nunca lo pudieron ver triunfar en una cancha de fútbol, porque prefirieron las drogas, el alcohol, la violencia de las pandillas, y murieron.
No fue fácil para su padre, un obrero de profesión, llevarles el pan a él y sus 11 hermanos; sin embargo, nunca aguantaron hambre. Fue justamente su viejo quien le enseñó algo que nunca olvidará: “El trabajo honesto es la única fórmula para ser alguien en la vida”. Y triunfó. Se hizo arquero y después leyenda. El fútbol le dio más de lo que imaginó y, con más de 20 años de carrera, sigue siendo ejemplo para muchos. Con el Once Caldas logró algo que sólo su ídolo, René Higuita, había podido hacer en Colombia: ganar una Copa Libertadores de América. De momentos como el de la noche del 1º de julio de 2004, el arquero de 43 años dialogó con El Espectador.
¿Qué tanto ha cambiado el fútbol desde la época en la que debutó a la de ahora?
El fútbol ha cambiado muchísimo. Antes eran partidos más abiertos, en los que se generaban muchísimas más oportunidades de gol. Ahora el juego es más táctico. Los técnicos de ahora se han preparado más. Antes era mucho trabajo físico a doble jornada, pero se descuidaba el trabajo de balón. Eso ha cambiado. Se entrena a una sola jornada, pero de una manera más exigente. Específicamente desde mi posición, creo que antes el arquero era líbero, tenía que saber mucho con los pies; ahora no es tan importante eso, sino ser atajador.
¿Creció admirando a qué jugadores?
Toda la vida he admirado a René Higuita. De hecho, siempre quise parecerme a él. Tuve la oportunidad de tenerlo como rival y luego como amigo.
¿A cuáles arqueros jóvenes en Colombia ve con cualidades similares a las suyas?
Creo que todo ha cambiado. Prácticamente no hay un arquero con un estilo como el mío. Hay muy buenos, que han sido tenidos en cuenta en selección, pero que no se parecen a mí, tal vez por lo que hablamos antes. Esto ha cambiado.
¿El fútbol le ha dado todo lo que imaginó?
El fútbol te da y te quita. Pero estoy agradecido con todo lo que me ha dado. El balance es positivo, gracias a Dios. No pensé ser futbolista y, mira, tengo 43 años y sigo viviendo de esto.
¿Cómo así que no pensó ser futbolista?
Tuve muchas dificultades. De hecho, llegué al fútbol profesional porque estaba viendo un partido amistoso del equipo Deportes Dinastía de Riosucio. Estaba en la tribuna y el dueño del equipo me ofreció tapar para el segundo tiempo. Bajé al camerino, me cambié, atajé el resto del partido y al final me contrataron.
¿Es verdad que allí alternó la posición de delantero y de arquero?
Allí no. Antes de eso sí jugué de delantero. Claro que toda la vida en entrenamientos y prácticas recreativas me he salido del arco y he jugado en las posiciones de adelante.
¿Cree que hubiera sido igual de exitoso cumpliendo la posición de atacante?
De pronto me hubiera ido bien. Aunque uno nunca sabe. Dios es el que decide y me dio la oportunidad de ser arquero.
Pero ¿qué clase de delantero habría sido?
Hacía buenas diagonales, cabeceaba bien y me movía en el área.
¿Cómo recuerda su debut con el Once Caldas?
Fue particular, porque ni yo me lo esperaba. Fue el 4 de octubre de 1992. El profe era Carlos Piscis Restrepo y jugábamos en Manizales contra Atlético Nacional. En el camerino, antes del partido, me dijeron que iba a jugar. Me entraron unos nervios lógicos, pero horribles. Afortunadamente me fue muy bien. Fui la figura del compromiso.
¿Fue el 1º de julio de 2004 el día más feliz de su vida (campeón de la Libertadores con el Once Caldas)?
La verdad es que siempre he sido feliz en el fútbol. Pero obvio que ha sido uno de los días más importantes para mí, por todo lo que significó.
¿Cómo cataloga su experiencia en el fútbol del exterior?
Fue positiva. En el Santos de Brasil me tocó difícil. Me llevó el presidente del club y no el técnico, así que eso me costó. Además, fue una época en la que se cambiaba muy seguido de técnicos y eso no le ayuda a uno. Sin embargo, jugué varios partidos y ya después vino la lesión. Me trataron de la mejor manera y tengo buenos recuerdos.
¿Por qué le llamó la atención volver al Once?
Hay muchos sentimientos que me hacen volver. Además, se interesaron en mí y eso me motivó aún más. En 2010 el profe Juan Carlos Osorio me llamó, hablamos, llegamos a un acuerdo y decidí que era el mejor lugar para terminar mi carrera deportiva.
Y han pasado cinco años y sigue activo…
La verdad es que me siento muy competitivo y eso ha hecho que aplace mi decisión.
Acaba de renovar hasta 2016. ¿Ahí sí será el punto final?
Creería que hasta ahí estaría bien.
¿Cuál es el secreto para mantenerse activo?
Pienso que el amor por la profesión y el trabajo. Además, hay que cuidarse a nivel personal. Si eso se cumple, es más probable que cuando te toque actuar lo hagas bien. Juego cada partido como si fuera el último.
¿Qué lo motiva a levantarse cada día a entrenar?
Creo que el verme bien y aportándole al equipo. El fútbol es mi vida y mientras la pueda disfrutar le voy a dar con toda.
¿Ha tenido momentos en los que ha pensado en dejar el fútbol?
Siempre he sido de una mentalidad fuerte. Los comentarios negativos siempre llegan y podrían afectarlo a uno y hacerlo tirar todo lejos, pero no me dejo de eso.
Hace poco, en un foro de El Espectador, Juan Pablo Ángel decía que era complicado adaptarse a un plantel más joven porque los futbolistas de ahora están en otro cuento y piensan diferente. ¿Cómo ha sido eso para usted?
Creo que Juan Pablo tiene razón. Son mundos diferentes, pero ahí va en uno ser un líder positivo para ellos. Eso genera responsabilidad en uno para entrenarse más y para ser ejemplo. Jesús David Marimón, por ejemplo, tiene 16 años, podría ser mi hijo, pero también aprendo día a día de él.
¿Lo seducen las marcas y récords?
Las cosas se dan si el Señor quiere. Pero no pienso en eso. Sólo juego cada partido como si fuera el último.
La “Araña”, el “Zarco”, el “Veterano de Guerras”, el “Cucho”… ¿Cómo prefiere que lo llamen?
El apodo que más me ha gustado es la Araña, aunque la verdad dejo que me llamen como sea, desde que sea con respeto.
¿Se ve como técnico o dirigente?
Eso lo estoy pensando todavía. Al final del año tomaré esa decisión. Lo bueno es que cuento con el apoyo del Once Caldas para seguir trabajando en el club cuando tome la decisión de retirarme de las canchas.
¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
Como alguien humilde que siempre lo dejó todo en la cancha. Prefiero que me recuerden como una buena persona antes que como un buen futbolista.