Curioso partido se vivió en el ascenso del fútbol argentino en la victoria de Defensores Unidos de Zárate por 4 a 1 ante Argentino de Quilmes.
Sábado, más allá de las 15.30. Una tarde de sol, de primavera, ideal para disfrutar de un partido de fútbol. Uno de los de ascenso, de hacha y tiza, de puntín y para arriba. El pintoresco estadio Mario Losino está instalado en Zárate, tiene una capacidad para unos 6000 espectadores (pocos se quedan sentados y se ve plácidamente desde todos los ángulos) y fue inaugurado en 1942. Sufre las inclemencias del transcurrir del tiempo, aunque de vez en cuando tiene una historia para ser contada más allá de la urgencia del presente, de un resultado.
Es una historia del ascenso. Una historia que parece imposible, enmarcada en los cuentos que mezclan nostalgia, fútbol y mucha imaginación. No es el caso: esto ocurrió, verdaderamente.
Fecha 34ª de la primera B, el tercer torneo de nuestro medio, detrás de la Liga Profesional, compuesta por 28 equipos (al menos, por ahora), detrás de la Primera Nacional, compuesta por 37 conjuntos. Módicos 17 equipos entusiastas, que buscan el único ascenso y, desde ya, evitar el descenso. Deportivo Armenio es el campeón del Clausura; ya pasó el Apertura.
Defensores Unidos se cita con Argentino de Quilmes, el querible Mate, una de las instituciones señeras del fútbol local, de 122 años, conocido como el “primer club criollo”. Juan Carlos Kopriva es el entrenador, el Vikingo, un símbolo de la entidad.
Es el equipo que más goles sufrió en el certamen: 24 en 16 encuentros. Evidentemente, tiene serios problemas en su propio arco y una última línea que no ofrece demasiada resistencia. Sin embargo, lo que ocurrió es todo un suceso: la derrota por 4 a 1 (lógica, por el escenario y el contexto) tiene el extraordinario complemento de haber sido con cuatro arqueros, que entran y salen durante 90 minutos. Cuatro arqueros (al menos, cuatro nombres propios bajo los mismos palos, en el mismo partido) no pudieron evitar un nuevo declive. Sin querer, entraron en la historia, una más del ascenso.
La pintoresca tarde empieza con dos goles convertidos por… Argentino de Quilmes. A los 18 minutos, Franco Sosa. A los 25, Daniel Silvani, aunque en contra. Un rebote: era una tarde de mala fortuna. A los 44, Alejo Macelli le da un vuelco al resultado, y así acaba la faena del primer capítulo: 2-1, ambos tantos sufridos por Fernando Vijande, lesionado y reemplazado por Sergio Meli en el arranque de la segunda mitad.
Defensores Unidos, la verdad, juega mucho mejor, pero Argentino de Quilmes está a tiro del empate. Se aferraba a un breve historial de cinco empates y una victoria que le mantenía la moral en alto. Si en el arte de boxeo una mano puede cambiarlo todo, en el juego más popular, una pelota parada ensayada con cierta precisión, puede emparejar las aparentes abismales diferencias.
No es el caso. Pasa poco y nada, hasta que Meli es expulsado, porque el reglamento es implacable con el último hombre. Tiro libre para el equipo de Zárate. Nicolás Morro, un zaguero, va a ocupar el arco. Martín Giménez, (el mismo que había sufrido la durísima patada), con un delicioso tiro libre, convierte el tercer tanto, que lo lleva al Reducido. Hay un pique previo, que complica la reacción: es justo mencionarlo.
Kopriva toma nota de que el improvisado dueño del arco no ofrece demasiadas garantías (Luis Olivera, un lateral izquierdo que se presenta por sorpresa, convierte el 4-1) y dispone de un cambio: Matías Ormart entra por Nicolás Muscio, se pone los guantes y va al arco.
No se trata de algo novedoso, al menos, en los entrenamientos: los defensores, los volantes, hasta los delanteros suelen ir al arco. Se ponen los guantes y tratan de volar: uno de los viejos anhelos del ser humano. No hace tanto, Enzo Pérez, el símbolo de River, lo hizo en un partido de Copa Libertadores. Y hasta en la despedida del fútbol de Leonardo Ponzio, un amigo. Se trata de intentar, de probar.
Ormart se arroja con alma y vida y salva a su equipo. Lo salva del quinto. No hay mucho que celebrar, es cierto. Sin embargo, valió la pena.
Fuente: www.lanacion.com.ar