El arquero alemán era la figura en el Mundial de Corea y Japón 2002 y recibió el premio al mejor jugador del torneo. Sin embargo, un fallo garrafal en la final dejó a Alemania con las manos vacías.
El arquero Oliver Kahn había tenido una sólida actuación durante el Mundial de Corea-Japón 2002: el seleccionado de Alemania llegó a la final con el jugador del Bayern Munich como uno de sus principales estandartes, ya que que había recibido tan solo un gol antes de la instancia decisiva. Pese a que aquellas prestaciones lo llevaron a quedarse con el Balón de Oro de la Copa del Mundo, un error grosero en el encuentro definitorio ante Brasil sentenció el destino de los teutones, que se fueron derrotados.
El equipo dirigido por Rudi Völler había tenido grandes dificultades para clasificar al certamen en el marco de las Eliminatorias Europeas: una derrota por 5-1 ante Inglaterra como local lo dejó en el segundo puesto de una zona que también compartía con Finlandia, Grecia y Albania. Por ello, debió disputar un repechaje con Ucrania para sacar boleto a tierras asiáticas. El global de 5-2 le alcanzó para acceder al máximo campeonato internacional.
El conjunto alemán, con mayoría de futbolistas de experiencia y pocos jóvenes, fue sorteado en el grupo E junto a Irlanda, Camerún y Arabia Saudita. El debut ante los sauditas sorprendió a todos: un contundente 8-0 dejaba bien parado a Alemania con vistas a los octavos de final. En la segunda jornada, el empate 1-1 ante Irlanda ofició de baldazo de agua fría; Robbie Keane empardó las acciones en el epílogo, en lo que representó el único tanto recibido por Oliver Kahn durante los primeros seis duelos del torneo.
Luego, una victoria segura ante Camerún (2-0) dejó a los germanos en el primer lugar. En la ronda de eliminación, aguardaba Paraguay. Los sudamericanos batallaron y casi llevan el pleito hacia el tiempo extra, pero un único festejo de Oliver Neuville a los 88 minutos permitió que los europeos alcanzaran los cuartos de final. El azar volvió a favorecer a los de Völler y Estados Unidos, una de las sorpresas, se interpuso en su camino.
El bloque bajo del equipo alemán, que todavía estaba lejos de incorporar un estilo de juego más asociativo, fue eficaz ante el asedio de los norteamericanos, que hicieron brillar a Kahn. Sin embargo, una conquista solitaria de Michael Ballack promediando la primera mitad le dio la victoria a los tetracampeones del Mundial, que avanzaban en Corea-Japón sin merecerlo.
Los surcoreanos aparecían como el rival a batir en semis: arbitrajes más que dudosos le habían permitido llegar a esa instancia después de dejar en el camino a gigantes como España e Italia, pero los europeos dejaban dudas. Ballack, una vez más, fue el encargado de desnivelar el marcador en otro partido parejo y, con otro triunfo por la mínima, Alemania llegaba a la instancia decisiva. Del otro lado, Brasil asomaba como máximo candidato.
El arquero teutón, por entonces de 33 años, había llamado la atención de la prensa por sus actuaciones y por erigirse como el pilar fundamental de un elenco que había llegado a la final a los tumbos. Poco antes de la final, los periodistas que se encontraban cubriendo la competición en la ciudad japonesa de Yokohama debían votar para definir al ganador del Balón de Oro de la Copa del Mundo.
Kahn obtuvo 147 votos, el 25 por ciento de los emitidos por los medios de comunicación y se llevó el trofeo. Segundo quedó el brasileño Ronaldo, quien en la final iba a ser decisivo y ya era el máximo favorito, con 126 votos, el 21 por ciento.
Kahn era una figura central en el Bayern Munich, que venía de ganar la Champions League en la temporada previa, un título que le permitió llegar a la final de la Copa Intercontinental que el 27 de noviembre de 2001, ocho meses antes de la definición del Mundial, le ganó en Japón al Boca Juniors de Carlos Bianchi, con un gol de Samuel Kuffour.
Al mismo tiempo, Kahn se transformó en el primer guardameta en quedarse con el premio en toda la historia de los Mundiales. Sin embargo, todavía debía jugarse el último cotejo. El mejor de todos durante el torneo, insólitamente, le allanó el camino a la Canarinha para levantar el máximo trofeo: a los 67′, y cuando el juego se encaminaba a continuar en la prórroga, el arquero no pudo contener un débil remate de Rivaldo y Ronaldo estampó el primer gol.
Diez minutos después, el propio Ronaldo puso cifras definitivas con una maniobra digna del crack y le dio el Mundial al Scratch.
Fuente: www.tn.com.ar